lunes, 27 de octubre de 2008

Boloña Ciudad Invisible

Entre a Boloña una mañana muy fría. Este invierno parece que no va a terminar nunca. Camine las tres necesarias cuadras al hotel que había descubierto en Internet. Era un buen hotel, sencillo, casero pero con ciertos lujos. Boloña siempre me hace ilusiones. Es la ciudad de Italia, junto con Roma donde viviría sin pensarlo. Se puede caminar completa, tiene tres universidades que son monumentos de la humanidad y la comida sin duda es la mejor de Italia. He bautizado esta ciudad, la ciudad del Ocre pues todos sus edificios reflejan distintos tonos de amarillo. La ciudad entonces parece un sol de tarde, y transpira un cierto brillo a pesar de la época tan gris cuando cae la noche.

Boloña es también misterio. Sus callejones son cementerios de recuerdos y muertes, de duelos y aventuras amorosas. Sus calles son cuadros de la memoria colectiva. En la noche fui a un concierto de música clásica en un pequeño teatro del centro. Era un concierto de clarinete. No me gusta ese instrumento. Me parece de jeva. Muy suave, poco sonido, no se...pero fui igual. Tenia la secreta esperanza de encontrarme con ella sentada en una de las filas. La última vez la vi fue allí. Tenia la esperanza de cruzar unas palabras con ella, que viera que todavía me gustaba leer, que ahora estoy más flaco y que hago ejercicio. Que viera que conservo algo de la picaresca, de la ironía y a la vez de la sensibilidad que tanto le llamaba la atención. Siempre le gusto mi sensibilidad.

Boloña es más bella aun de noche. Salí a comer a mi restaurante preferido que se llama CESARI. El menú allí es invariable: Insalata Mixta con Funghi, Tortelones de auyama y salvia, costillitas de cerdo y vegetales y Tiramisú. No hay otra posibilidad. Cada plato era una batalla contra mi propio placer.
Es necesario estar en Boloña para entender los placeres de la vida. Cada rincón tiene una tienda de exquisiteces. El palacio de todo se llama TAMBORINI, donde jamones, trufas, pastas, aceites, panes, encurtidos y vinos conviven en una armonía dantesca. Soy feliz entre estos templos de cultura. La busque entre las calles, sin nostalgia, quizás con algo de premonición. En mi negocio buscas mucho, casi todo el tiempo, pero pocas veces consigues lo que quieres.

Boloña con unas cuantas copas de vino encima y la exhuberancia de su magnifica comida parece un laberinto. Me perdí sin remedio tres veces...por calles desconocidas. Todo es ganancia. Perderse aquí es un lujo extraño. Descubres un nuevo templo gastronómico, una puerta fascinante, una pareja que se besa...un nuevo departamento universitario, una música rara que sale de un balcón. Descubres que la vida es así; cuando no caminamos rara vez vemos la belleza, rara vez encontramos el horror. Rara vez tenemos razón en al emitir opiniones, si antes no has caminado.

Garisenda y Asinelli, las dos torres de Boloña me observaban entre las sombras como testigos silenciosos. Boloña tiene la universidad más antigua de occidente. 1088. Se dice fácil. Marconi, Dante, Pasolini y Copérnico han pasado por allí. Entre las dunas de ocre estaba mi pasado mi presente y mi futuro. Examinas cualquier calle y te encuentras con símbolos, códigos, texturas que te han acompañado toda la vida. Hay personas que observan los techos, otras los transeúntes que deambulan, otros los negocios. Yo miro los rostros, las caras que denotan deseo, seriedad, o simplemente soledad. Denoto la arrugas de la jornada, las cicatrices de la tristeza, las bondades de la piel. Dice un autor ingles que las miradas son un reflejo del alma. De hacer así Cesaria Evoria seria la diosa de la tristeza. La calle tiene capas por descubrir, finas lonjas de cebada existencial que deja energía por doquier.

Allí estaba ella, en una esquina, descubriendo su rostro marmoteado con finas expresiones de asombro. En eso nos parecíamos: todo nos asombraba. Su mirada hacia mi fue total. Teníamos cuatro años que no nos veíamos y el tiempo (el tiempo – otro tema que me atormenta) no había pasado en vano. Comenzaríamos ese día el viaje de redescubrirnos. Reencontrar algunas viejas postales de gustos y sabores compartidos, redefinir la forma de tocarnos y vernos, colocar en el centro del episodio nuevas formas de transitar la geografía tantas veces pérdida de la memoria y los sentimientos. Nos esperaba un nuevo capítulo.

Boloña
Octubre - 2003

miércoles, 15 de octubre de 2008

CARIBE CON C

http://www.youtube.com/watch?v=Ho-R7W9O20I

Disculpa el silencio. He estado enfermo. Gravemente. Comenzó con unos vómitos raros, dolores de cabeza. Nauseas. Sensaciones extrañas. Y bueno tengo como cinco días en eso, en donde el zenit de la cosas fue el sábado en la noche. Mala noche. Pésima de hecho. No te contare los detalles pero estuve entre tirarme a un río o algo parecido. Estar enfermo es lo peor que hay. Uno se desmoraliza. Se cierran círculos afectivos con tu cuerpo. No hay risa. La tristeza permean todas nuestras decisiones. La enfermedad construye y destruye el cuerpo. Desintegra placeres. Vuelve todo parco y socava los ánimos para todo. Me sentí pésimo mientras trabajaba. Casi no puede hacer ejercicio. Tuve pesadillas (no tan malas como las tuyas).
Leí poco. En fin destruí mi rutina y me volví otro ser por un rato.

Ha habido alegrías sin embargo. Waterloo me presenta grandes retos como persona. Hay algo hacer aquí después de todo. Hay cosas que construir. Sabes que a diferencia de ti (que nunca has practicado ese noble arte) yo construyo y me planteo ilusiones a cada rato. Todas las mañanas cuando me siento a escuchar música de Violín o de Dvorak o de Bach (según mi estado de ánimo) mi YO creativo comienza a ilusionarse de la manera mas inocente. Se que no estas de acuerdo con esa metodología pero así es la vida. En Waterloo la batalla quizás este perdida pero yo sigo adelante. Bélgica en realidad para mi no significa nada salvo buena comida y hermosos castillos. Waterloo en cambio presenta retos, difíciles algunas veces pero retos al fin. Presenta mi espacio de creatividad y mi alegría construida.

Sabes mejor que yo que antes no fue así. Sabes que una vez me fue negada una oportunidad similar cuando compartía una relación que nunca fue o nunca quiso ser. Sabes el dolor que me dio tener que negarme a construir mi Waterloo y como la soledad (a pesar de tener pareja) fue haciéndose cada vez más grande. Porque la paradoja existe. Podemos ser los seres más sociables, pero en realidad ser las personas más solas. A veces compartir nuestra soledad es un acto imposible. Sabes también que se me negó mi derecho a opinar, a ser mi mismo, dentro del marco de las limitaciones sociales. Se me obligo a tener horario, a tocar temas falsos a seguir construyendo mascaras. Lamento ese periodo.


Ahora existe Waterloo. No es la panacea. Sabes lo que me gusta el Caribe con C, sabes lo que extraño de un tropicalidad construida con años de exilio voluntario. Sabes también como el Caribe con C es el producto de años de reflexión. Recuerdo una vez caminando por una calle de Santo Domingo del siglo XVI como sentí en un instante el hecho estético de todo el crisol de culturas que son mías. En esa calle colonial estaba lo español, lo indígena, lo italiano, lo árabe, lo norteamericano, lo negro, lo portugués, lo africano, lo latino, lo bárbaro, lo sensual en fin todo el arroz con mango que significamos y nos da significado. Al carajo lo moderno y lo tradicional. Somos el patuque mas interesante que hay, algunas veces para nuestra eterna desgracia, otras veces para el mas puro goce. Sabes como me hace falta. En Waterloo eso no existe. A veces logro reproducir en algún platillo que cocino, cierto sabores parecidos. Otras veces se me sale una frase, un vocablo Caribe con C.


Sigo enfermo. Me tumba. Me destruye el alma a veces. se me ocurrió un frase bellísima ayer que quisiera compartir contigo:

"Quisiera besar tu alma con mis labios".

GGM
Waterloo, Belgica, 2005