viernes, 19 de junio de 2009

Paris 2004














Febrero del 2004


Hola A,

el domingo tuve una experiencia surreal...si si una de esos deja vu que nos dejan en honda contemplación y nos transportan a lugares mas felices. El fin de semana me escape a Paris, una de mis ciudades con las que tengo una relación de amor - odio. Odio hacia los parisinos, amor hacia algunos lugares de la ciudad. Busco allí despejarme de la soledad inherente de Waterloo, de la cotidianidad aplastante de lo rural. Paris es metrópoli y cultura urbana. Sabes como vivo de eso.

Total que llegue a Paris y me quede donde siempre, un pequeño estudio cerca de la Torre Eiffel, en donde tengo la ventaja de poder cocinar todas las maravillas que compro en los mercados. Así es el comunismo francés. Odio ser turista en una ciudad que ofrece la posibilidad de cocinar. Me levante temprano y salí al mercado al pocas cuadras del estudio y me puse a comprar todo los indispensable de la vida: pate, cebollín, cebolla, hongos de distintos tipos, pan fresco, cidra y vino, pescado, etc. Todo lo indispensable. Feliz como una lombriz llegue al estudio y deposite todos mis tesoros y pase a leer el PAIS como todos los domingos y a desayunar parte de mi botín.

Escuche entonces el mensaje, una voz que tenia 16 años que no escuchaba.

Era R, ninfa de otros tiempos y circunstancias, cuando mi timidez era frontal y mis capacidades eran limitadas. R vivía en Paris desde hace algún tiempo, divorciada con un hijo, había conseguido mi teléfono por una amiga común y deseaba verme. R pertenece a mi adolescencia. Es una de esas figuras que no se olvidan: hermosísima, sensible, elegante, estudiosa de todo lo galo. Así la recordaba yo. Pertenecía a aquel mundo del caribe que yo habitaba y me críe y era una amiga de libros y buen cine, tímida también, presente como alguien etéreo inalcanzable para mí en todos los sentidos. Era singularmente bella además de inteligente: mortal combinación. Total que me llama en Paris y tras recobrar el aliento , la llame y quedamos en que me fuera a su casa a actualizarnos.

No estaba nervioso. Ni siquiera anticipe el momento con euforia. Tal vez las casualidades, que los griegos llaman destino, tiene su asidero en los sentimientos y en las vueltas que da la vida. Tal vez todos tenemos historias con otros que no acaban nunca, que no tienen final, sino que son cadenas de sucesos no consecutivos que germinan con el destino. R pertenece a ese género de mi vida.

Llegue a la casa de R entre una llovizna tenue de domingo. Allí estaba ella idéntica cual flor de mayo. Seguía etérea, divina, con esos ojos y cabello negro que la distinguían. Seguía elegante y sensible, incapaz de pasar inadvertida por ningún lugar. Claro que era distinta a la amiga que tuve de 15 años. Los años se habían encargado de convertirla en una mujer con una ironía inteligente, ahora hablaba francés como nativa, tenía una tristeza en los ojos muy secreta, sus manos ahora eran mas delgadas, se reía de casi todo, y pertenecía definitivamente al mundo de los libros. Fue un feliz reencuentro con lo humano de la vida. Aquello que nos permite volver a mirarnos en el espejo e identificarnos. Fue como encontrar una parte de mi historia. Por supuesto que ella recordaba episodios que yo había borrado de mi mente y yo recordaba cosas de ella que ya tuvieron muy pensativa. Note que entre los dos buscábamos reubicar a los símbolos, actualizar los sentidos de la palabra.

Hablamos en Frances y en español. Tonterías, burguesías nuestras, ya que ninguno de los dos podía ocultar su caribe. Hablamos hasta más no poder. No de nuestras vidas o nuestras experiencias (que entre los dos hubieran llenados varios tomos) sino sobre libros, sobre poesía y sobretodo sobre comida. Hablamos lo que pareció horas, sumidos en la vergüenza de la ignorancia del otro. Te conozco pero no, has cambiado tanto que es como descubrir a otro ser dentro de la misma mascara. Sin embargo creo que conservábamos nuestras esencias, de cuando ella tenia 15 y 17. Me pregunto hoy cuales son esos valores y te los resumo intuitivamente: amor a los libros, sensibilidad, espíritus libres, deseos de viajar, curiosidad ilimitada.

Efectivamente todo eso lo teníamos a esa edad y aun lo conservábamos en la piel. Por lo menos estuvo presente ese día de lluvia en Paris. Los libros siempre fueron importantes, yo le regale las cartas al castor de Simone y para ella marco un momento definitivo. estudiaría letras me confeso ese día gracias a los libros que yo les daba. A mi me introdujo en tantos poetas sobretodo francesas. Todavía teníamos esa sensibilidad que nos permite hablar de los temas con una pinza de criterio asombrosa. Jamás hemos sido atrapados por los valores sociales, nuestros espíritus seguían siendo libres o por lo menos pretendían serlo. Habíamos desarrollado una capacidad asombrosa para viajar y no encontrarnos nunca...a pesar de que ahora estábamos en la ciudad Luz.

Nuestra curiosidad era el don mas profundo que compartíamos y que seguía en pie de lucha. Esa curiosidad a veces inútil que pretende cubrir todo el conocimiento procaz, científico, profano y, laico, religioso, obtuso y certero. Sobretodo también el conocimiento de supervivencia.

Tomamos mucho vino. Fue mas que un placer descubrir que conocía de vinos como si fueran viejos amigos. Hay vinos que simplemente son eso. Hablamos de Bolaño , Faulkner, de Proust, de Zola, de Paz. Hablamos de lo elegante de la comida Thai, lo delicado de la comida del Sud este de Francia, de las perfección de la arepas maracuchas.

Quizás te aburre todo este cuento y me encuentres menos acido de costumbre. Quizás te parece todo esto banal. Simplemente te quiero dejar claro el aire que se respiraba en la habitación, como el lenguaje consolida y reconstruye espacios y como habitamos en mundos que queremos que otros visiten.

Cuando me imagino la próxima vez que nos veamos, supongo que algo así sucederá, buscaremos redefinir el espacio y el tiempo. Ver que ha cambiado será una de las tareas.

Cuídate,

GGM
Paris 2004

PD. Feliz día tuviste ayer...me llegaron rumores de vino