jueves, 17 de septiembre de 2009

La oposición silenciosa OTROVA GOMAS



















Llegó. La esperábamos con impaciencia desde hace tiempo. Hasta que repentinamente hizo acto de presencia mirando molesta por todos lados y por todos los rincones. Llegó con retraso, pero bien sentida, como debe ser, como ha ocurrido siempre y ocurrirá eternamente mientras existan pueblos y malos gobernantes. Al principio no se notaba porque ellas se gestan lentamente como es el dolor de patria. No fue convocada por nadie porque tiene la condición de la espontaneidad y lo natural. No la incitaron ni Obama, ni Colombia, ni los medios ni la llamada oposición golpista. Surgió por la fuerza de la ley de gravedad que le da su propio peso a todas las revueltas.

Es la oposición invisible. La que crece poco a poco pero al final inclina la balanza. La más peligrosa de las oposiciones, porque no se conoce su furia ni la fuerza con la que estallará el día en que emita los rugidos. Es hermoso ese brote cauteloso del comienzo. Impalpable, como los colores en la noche que luego estallan luminosos a la hora del amanecer. Una oposición que lleva malestar interno, el que pega duro y se absorbe sin poder gritar pero está cargado de rabia por tanto engaño y frustración. Es la de quienes durante un tiempo apoyaron o no criticaron al gobierno. La de gente simple decepcionada de tanto malestar histórico, la de millones de funcionarios, de militares, de pobres que tuvieron sueños, de utopistas que fabricaron castillos en las nubes, de miembros bajos del partido a los que corroe por dentro el horror de saber que pasarán estos días aciagos y ellos se sentirán culpables. Oposición que todavía conserva la quietud, porque al igual que los virus no muestra su presencia sino al momento de atacar.

Tenía que llegar por inevitable, porque el pueblo se cansó del masoquismo, se hartó de creer en increencias, de ver cómo se regala en otras tierras lo que nos hace falta. Por asco. Por repugnancia del absurdo de una comitiva de ciento cincuenta personas para conocer el mundo mientras no hay hospitales ni se les paga a los trabajadores. Por hastío de oír barbaridades y tener que respirar tantos embustes asfixiantes para justificar la traición a la patria que se le hizo a Venezuela.

Por eso, en este instante en que las bases del gobierno se están transmutando en barro, es bueno recordarles a los jefes supremos, a sus policías, a los seudo garantes de la ley, a esa inmensa masa de corruptos y oportunistas que les acompañan, que llegó la hora de asustarse, porque el aumento de la oposición silenciosa es la diana infalible que anuncia las tormentas. Miren hacia atrás e imaginen sus rostros pegados sobre el de los jerarcas de los regímenes fascistas, el de los jefes de todas las dictaduras y los gobiernos comunistas y de todos los que violaron la ley y abusaron del ser humano. Imagínense sentados en las mismas sillas de acusados escuchando las sentencias que les condenaban por los delitos cometidos.