jueves, 23 de julio de 2009

Gobierno y oposición


RAMÓN PIÑANGO



El Gobierno avanza en la implantación de su proyecto socialista. La concepción del proyecto y la manera como se lleva a cabo debe avergonzar a los socialistas del mundo y preocupar a los chavistas sensatos. Torpemente, pero avanza. Si hace una década estábamos lejos de ser una sociedad justa, con igualdad de oportunidades, de instituciones sólidas y con una sana economía, hoy estamos mucho más lejos.

Lo que se había logrado construir hoy está casi destruido.

Como muestra que basten botones tan diferentes como el Metro de Caracas y la calidad de la enseñanza en las escuelas públicas que atienden a la población de menos ingresos. Pdvsa ha sido golpeada en lo esencial: su capacidad de producción. La situación económica está convirtiendo al país en una seca sabana que en cualquier momento coge candela por la protesta social.

A candela huele la inflación, el desabastecimiento, el cierre de empresas y la incapacidad del Gobierno para responder a las demandas de los trabajadores de las empresas del Estado.

A todas estas, el discurso gubernamental se aleja cada vez más de las necesidades de las mayorías. Hasta hace un tiempo, iniciativas como Barrio Adentro, Mercal o Pdval intentaban responder a demandas específicas de esa población.

De un tiempo para acá lo que se ofrece es ideología. La promesa de un socialismo justiciero al que algún día se llegará, y para que tal mensaje sea digerible se pide fe en la revolución y su líder. Las racionalizaciones abundan y hemos escuchado argumentos como el de la construcción del socialismo a partir de la escasez y el de la inseguridad personal como una mera "sensación" creada por los perversos medios de comunicación.

Por una u otra razón, todo gobierno miente. Eso no es alarmante. Alarmante es que se crea sus propias mentiras, sus inventos para justificar lo injustificable. De esa patología política sufre el régimen.

Se pregunta uno: ¿cómo habrá procesado la gente del Gobierno la protesta popular de Curiepe? Es probable que se hayan creído su propia invención de la guarimba promovida por el gobernador Capriles.

Mientras todo esto ocurre, la oposición trata de encontrar su camino. Sigue denunciando atropellos, violaciones de la Constitución y las leyes, y amenazas a la libertad de expresión. Alerta sobre la nueva legislación en educación, propiedad privada y elecciones.

Cosas muy graves se anuncian.

Hasta ahora, el país no ha respondido con contundencia a las amenazas. La búsqueda de un líder unificador parece ser el eje de las preocupaciones políticas del antichavismo. Al mismo tiempo, se desvanece en este sector la creencia en salidas electorales. Las advertencias que Súmate ha hecho sobre lo que viene en materia electoral no pueden ser ignoradas. Es más, el caso de Honduras ha perturbado unas cuantas almas republicanas.

Buena parte de la dirigencia de la oposición sigue sin dar señales de entender lo complejo que se ha vuelto el país. Con excepciones, es débil su penetración en los sectores populares. Todavía las clases dirigentes de gran peso en la Cuarta República no logran entender el mundo de los valores de estos sectores, sus expectativas, sus símbolos. No pareciera que la distancia social entre "incluidos" y "excluidos" haya disminuido, cosa que debe preocuparnos si ocurre un cambio político en el país. El acercamiento a los sectores populares puede ser decisivo. Eso fue lo más importante de la huelga de hambre de Ledezma: estaba allí con su gente.

Curiepe se alzó contra una arbitrariedad del Gobierno.

Que el Gobierno no se engañe creyendo que todo lo puede resolver a la fuerza, y que la oposición no se engañe con la ilusión de que Curiepe está en contra o a favor de alguien. Curiepe está con Curiepe.

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