“La vida de una persona consiste en una serie de acontecimientos de los cuales el último podría cambiar el sentido de todo, no porque cuenta más que los anteriores pero porque está incluido en una vida en que los acontecimientos se plasman en un orden que no es cronológico, pero que describe a una arquitectura interna de todos nosotros” Italo Calvino - Palomar...
viernes, 21 de mayo de 2010
La Noche de los Chilangos
Conocí al Maestro Carlos Monsivais una fría mañana en Ámsterdam. Yo tenía 19 años. No sabía quien era Monsivais, su trayectoria, su portentosa reputación. Tuve suerte. Venía acompañado de una delegación de mas de 20 mexicanos, todos con algún grado de poder o influencia en Ciudad de México. Monsivais iba a la cabeza y mi primera impresión fue totalmente racista y estereotipada. Me pareció un Azteca hecho y derecho. Asumo mi culpa, pero toda su fisonomía daba esa sensación de cargar entre su bagaje cultural las enseñanzas de Quetazothel. Aquel ser tímido y profundamente melancólico parecía sacado de una mala novela llamada “el Azteca”, que en alguna oportunidad paso por mis manos.
Eran solo percepciones. Rápidamente me di cuenta del status adquirido de Monsivais conocido como “el Maestro”, tanto entre la gente de izquierda como de derecha, igual lo veneraban los académicos, que los estudiantes. En ese mismo grupo estaba Homer Arijidis, el famoso poeta Mexicano, pero parecía una sombra al lado de este. Durante la semana que conviví con ellos pude entender los métodos no convencionales que usaba Monsivais, entre ellos su extraordinario poder de observación.
Nada es sencillo en el mundo de Monsivais. Todo es sospechoso. Todo tiene varias capas: como una cebolla. Todo rito tiene un trasfondo histórico pero también político, social hasta filosófico. Monsivais veía el mundo con asombro pero sin ser vacilando. Todo lo contrario. Monsivais creaba historias alrededor de sus mundos como pétalos tiene una flor.
Caminaba pausado, pero siempre acompañado por personas afectas a sus palabras. Una sola vez lo vi solo, caminando por un canal de Ámsterdam, como meditando.
Dio dos discursos esa semana. Todos contundentes. Creo que los holandeses no lo entendieron muy bien. Monsivais tiene un ritmo diabólico para dictar cátedra. En primer lugar hay que concentrarse muy bien para no perderse una palabra, o más bien un hilo de palabras que inmediatamente te plantean una sensación de plenitud:
“En las ciudades, la moral comunitaria es , fuera de las exaltaciones del cine y de la canción, fe individualista o memoria maltrecha, y debido a esa contradicción categórica entre lo que se considera lo popular y lo que se vive, el conjunto urbano es un ente hecho de limitaciones, alcances inesperados, permisividad discreta, prohibiciones a voz de cuello.” Aires de Familia
Esta forma de declarar y declamar, de construir pensamiento fue una de las primeras cosas que me impacto de Monsivais. Ninguna palabra se desperdicia. Cada una tiene un peso específico en el discurso. A primera vista parece un discurso barroco, pero en realidad utiliza la menor cantidad de palabras para decir el mayor número de verdades (o cuestionamientos posibles). El gravitas del lenguaje de Monsivais esta en el matrimonio entre los substantivos y los adjetivos: “la pobreza como maldición”, “Nobleza dictatorial” dan paso a verbos cargados de crítica y muchas veces condena. Nadie se salva de Monsivais. Ni él mismo.
Una de las únicas veces que pude hablar con él fue a raíz del momento más mexicano de la semana. Los holandeses en su eterno interés por reproducir “lo mexicano” habían tomado el Museo de los Trópicos y se habían traído todo cuanto encontraron de Cuidad de México: habitaciones enteras de una familia de clase media, piñatas, ranchos, trajes de primera comunión, comics y hasta un súper héroe de la lucha libre, en este caso Súper Barrio, perteneciente a la liga de súper héroes contra la injusticia.
En uno de los actos, los holandeses se presentaron con un conjunto de mariachis de dudosa reputación y una cantante de capa caída llamada Maria de Lourdes. Los mexicanos se miraban unos a los otros. Algunos aceptaron de buena gana la estereotipización de su cultura. Monsivais en cambio huyo por la izquierda y se adentro en las salas mas perdidas del Museo. Lo encontré inspeccionado unas estatuillas de alguna isla del pacifico. Hablamos de literatura. Me recomendó libros que todavía leo. “La Guerra del fin del Mundo” de Vargas Llosa, “Amor en tiempos de Cólera” de García Márquez, “Tres Tristes Tigres” de Guillermo Cabrera Infante. Me dijo que admiraba a Ramos Sucre, quien (para mi vergüenza) descubrí ese día. Me dijo que “el General en su laberinto” no era el mejor libro de García Márquez. Admiraba más a Bello que a Bolívar, a Uslar Pietri como escritor que como intelectual, y tenia una debilidad aparente por Cantinflas y el cine en general. Hablaba con melancolía, pero sus ojos decían otra cosa. Me dijo: “no pienso participar en esa fiesta” en un tono pícaro y definitivo.
Pasaron muchos años hasta que me lo encontré en la Universidad Central en Caracas, en una charla en la Escuela de Sociología. Estaba igual que siempre, el aire tropical se parecía más a él y estaba en la Central como pez en el agua. Sus palabras eran fulminantes contra el neo liberalismo y Bush, algo no tan difícil. Me impresiono más que en Ámsterdam, donde parecía un animal expuesto en un zoológico. En la Central fue mucho mas directo, sin anestesia se dio tiempo para contestar cada una de las preguntas. Me dedico uno de sus libros y puso la siguiente dedicatoria. “De Ámsterdam a Caracas, para mi amigo Gerardo – Carlos Monsivais”. Ya había leído varios de sus libros y sus andanzas por la Ciudad de México. Monsivais no tiene carro y se dedica a caminar la ciudad; aparece en toda demostración en contra del racismo, la homosexualidad y los derechos de las mujeres. Es venerado por los punks, los metaleros y los emos. Su verbo se siente en las crónicas que hace de la ciudad pero también en su amada UNAM.
La última vez que lo vi en persona fue hace muchos años en Ciudad de México. Me invitaron a una discoteca en la zona Rosa llamada “Milano”. Que hacia allí solo lo sabe él, pero parecía uno más del grupo. Lo salude y fue muy amable. Estaba a gusto con los jóvenes. En realidad era capaz de aceptar cualquier ambiente a su ADN. Simplemente amaba su ciudad. En la librería Gandhi, cerca de la UNAM tenia la costumbre de sentarse a hablar con jóvenes sobre los más oscuros rincones de la ciudad. Aparecía en conciertos de rock, en protestas indígenas, en estrenos de cine prohibidas por la iglesia. Monsivais toco la fibra sensible de la moral mexicana y la hace avanzar a las buenas, o a las malas. Sus escritos son bitácoras de vuelo para los jóvenes como Roberto Bolaño, quien lo menciona en Los Detectives Salvajes. Monsivais no es Carlos Fuentes ni Octavio Paz, sino el intelectual que se niega a pertenecer al Star System pero que tampoco se queda mudo. Todo lo contrario. En el mundo conservador de los Chilangos Monsivais era el defensor del excluido y predijo de una manera aplastante el triunfo de Juan Gabriel o Gloria Trevi en el mainstream cultural. En la noche de los Chilangos, el es la referencia principal.
Espero que se recupere.
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1 comentario:
Henry Hernández
En el texto las Pinceladas de Madrid, se presentan dos ciudades, una de día y otra de noche,
en donde prevalece la norma y la costumbre, el sano entretenimiento en las plazas que se
convierte en felicitad y además, trabajar de día es la costumbre y la noche se convierte
en una fiesta. La noche para los madrileños permite explorar las actividades y dinámicas
sociales dentro de un espacio tangible, como lo son las plazas, los espacios públicos,
vías peatonales, parques y etc. Esto permite a los madrileños desarrollarse dentro de un
espacio nocturno, donde se comparte socialmente y económicamente durante la noche. De
esta forma para ellos lo simbólico seria la noche, los parques, las avenidas, las calles en
que convergen diferentes clases sociales y que además comparten culturas diferentes. Lo
nocturno ofrece la posibilidad de encuentros y de actividades alternas a las diurnas, por
otro lado la noche abre un abanico de acciones sociales que va más allá de los grupos, que
implica también la utilización de los espacios públicos. Aunado a esto, lo urbano permite
espacios de convivencia y brinda una atmósfera de seguridad, de igual forma también
ofrece las manifestaciones culturales, costumbres, símbolos y prácticas sociales. La noche
para los madrileños tiene un impacto psicológico, social y económico lo cual es muy
significativo para ellos, ya que un gran número de personas comparten hábitos particulares
que los diferencian de los otros.
LAS CIUDADES Y EL CIELO. 2 por Italo Calvino
Este escrito narra lo ideal de una ciudad hermosa, establecida en los cielos, construida con
oro, plata y muchas piedras preciosas, una ciudad humana sin comparación. Sin embargo,
esta ciudad refleja algo oscuro, la contraposición de la ciudad Bersabea, una inferior que
está abajo, la cual los habitantes la identifican como el infierno donde se refleja lo oscuro,
la basura, la asquerosidad, y cualquier cosa que se construya con elementos menos nobles
como, excremento y basura y en donde los humanos parece que viven con agrado.
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