viernes, 19 de septiembre de 2008

Night Spaces en Siena: o como morir en el intento.















Para Idler

Llegue a Siena una tarde junto con una mujer bellísima, en una suerte de periplo por la Toscana. Veníamos de Bolonia, ciudad también mítica donde habíamos descubierto nuevas e interesantes formas de hacer el amor en un peregrinaje sibarítico, casi helénico que produjo en nosotros memorias imborrables como las que pretendo retratar aquí. Arribamos a Siena a descubrir sus espacios nocturnos, sus míticos callejones, sus sombras y tonalidades de ocre. Íbamos también a una ceremonia religiosa cabalística y judía, pero a la vez postmoderna y trans, es decir: un concierto de Moby.
Abrazamos Siena como se abraza a una vieja amiga. Se le conoce de antes, quizás en otra vida, con otros cuerpos y en otras realidades. Siena es la emperatriz de las ciudades de Toscana. Si Pisa tiene un aspecto marmoleado, y Florencia parece una vieja señora dantesca vestida de rojo, Siena tiene ambas cualidades, mármoles mitológicos con una belleza que solo puede ser llamada real.

Los espacios nocturnos en Siena son laberínticos y levantinos- Me explico. Mientras que de día Siena no deja de ser una ciudad que es pesada: castillos, torres, muros, calles color ocre de piedra, tiendas de souvenirs, café inmemorables, y el peso se siente en todas partes; de noche Siena literalmente levita. No esta en la tierra. Se vuelve liviana (como diría mi maestro Calvino. la levedad se convierte en algo deseado y la privación en una “constante antropológica”), es decir flota; sus muros son mas tenues, sus grises se convierten en nubes, sus callejones se vuelven mas llevaderos y su magia se torno en cada esquina. Calvino insiste, de día las ciudades son caminos de personas, trechos sin sentido, mientras que de noche las brujas sobrevuelan la urbe.

El palio de Siena es el centro de Laberinto. Su agora sirve para toda función pública y privada, desde las míticas carreras de caballo hasta los fabulosos mercados dominicales. No en vano el espacio público en Siena tiene una historia centenaria de ferias, verbenas y justas medievales, pasando por los mercados, los mítines políticos y los circos de artistas ambulantes. De noche los ocres se vuelven amarillos intensos y el Palio se vuelve el centro del mundo.



Tomados de la mano, nos lanzamos a festear la mejor de las costumbres nocturnas de la Toscana, la passiata, tradición que consiste en que literalmente todo el mundo sale a pasear- a ver y ser visto. La passiata es más que una costumbre, es en una forma de conocerse y ser conocido, un control social en donde en las pequeñas ciudades, pueblos, y comunidades mediterráneas se hace un conteo social del status adscritos de las personas. Los personajes y sus ocurrencias de diluyen en la marea humana: el señor de traje que pasea con su respetable señora mientras indaga sobre la cena que esta le ha preparado en la casa, un pareja de novios planifica su posterior salida, una italiana bellísima se pasea con una bolsa de víveres mientras es silabada con un coro de aprobaciones. Este desfile social permite, a la par, el consumo de algún trago ligero pero optimo, un bocadillo pequeño pero correcto antes de la cena y una forma de socialización que sobrepasa los elementos culturales. Cuando el alcalde de Siena pasea por la avenida Pellegrini todo el mundo voltea para ver a la autoridad asumir también su rol. Las personas con la noche se transforman, se invisibilizan, sus caras mas alegres aparecen y la turba se vuelve carnaval.

Nos sentamos en una enoteca clásica y nos sirven un Antinori tinto perfecto, con unas finas rodajas de proscuitto de Parma. Los veteranos del establecimiento hacen de este lugar su espacio nocturno por excelencia. En frente la mítica Fontana de Gaia, una suerte de mármoles y aguas que se transmutan en una fuente del siglo XIV. Llega un momento cuando baja el sol y la noche se apodera de todos los rincones en que la fuente levita y sus aguas se vuelven nubes de vapor y los azules ahora son verdes y la cascada es considerada mágica por sus habitantes. Solo pensarlo abruma, una fuente que tiene más de 700 años.

Como dije antes llegamos a Siena para ir a una misa muy particular. El Aforo de Siena, una suerte de templo romano de día y espacio nocturno de noche acondiciona la liturgia de Moby, sumo sacerdote de la música electrónica global. Las nuevas formas como se construyen los grupos sociales, sobretodo a través de la música, manifiestan nuevas formas de hipnosis religiosas con practicas que van desde el trance hasta formas mas acidas. Moby no defrauda, su misa tiene todos los componentes dramáticos de las nuevas formas de hacer religión, en donde los fieles transforman en rito la danza y los cánticos. La música siempre será el vehiculo entre lo profano y lo sagrado, entre el cuerpo y el alma, entre la sombra y la luz. Moby, cardenal mayor del acto, por un momento me pareció intrascendente, solo el fiel guardián de la tradición milenaria de todas las religiones de transmitir aquello que se llama Dios.



Luego de retirarnos de ese espacio nocturno, nos fuimos a degustar un restaurante en una bodega medieval. Nunca me olvidare del menú por las consecuencias nefastas que tuvo: sopa de cebolla, strangozzi en ragu de carne, conejo a la mostaza y tiramisú, acompañado por un vino local que no recuerdo el nombre (los vinos a veces son difíciles de memorizar, sus fragancias, al menos que sean viejos amigos que frecuentas, se diluyen con el tiempo). Estaba todo realmente delicioso, sobretodo porque el ambiente, las suaves curvas de la chica, la conversación divertida de los acontecimientos del día ayudaron a continuar el estado de levedad de la Siena nocturna.

Los dolores comenzaron al poco tiempo que llegamos a la habitación. Al principio, producto de mi estructural terquedad pensé que no era más que el producto de la ingesta desproporcionada - total, me ha ocurrido en otras partes, cuando en estado de total felicidad mi gravedad se acelera y la marea alcalina me produce poderosos sueños. Pero no, el dolor cada vez mas punzante y atrevido invadía todo mi ser como una tormenta que se acercaba. Mi pareja, que tenía otros planes nocturnos comenzó a recomendarme medicamentos que no teníamos. Me acosté. Suspire. Pensé en el significado del dolor con sus lamentables consecuencias. El dolor se fue haciendo una parte de la noche. Me tome un par de aspirinas y al poco tiempo cedieron los dolores por espasmos menores pero no menos frecuente. Nos acostamos, un tanto decepcionados pues mis capacidades físicas estaban al mínimo.

A la una de la mañana apareció el monstruo en la forma de un dolor terrible. Alucine. Me sentí en infierno de Dante (disculpen la exageración – aquellos que me conocen saben que soy exagerado –los que no es simplemente una forma de transmitir un real sentimiento), el malestar atormentaba no solamente mi estomago sino otras partes de mi cuerpo. Mi compañera dormía al lado mío, pero su condición de bella durmiente la hacia inamovible. Las largas horas en zozobra (en realidad fueron minutos, pero el tiempo con dolor se hace eterno) me hicieron imaginar lo que seguía, de una a dos semanas en un hospital italiano tomado sopita de sobre, tratando de explicarle a mis padres mi aventura mediterránea. Sentí pánico. Pensé en la cantidad de complicaciones paralelas. El dolor fue nublándome las neuronas.

Decidí actuar y me arrastre a la puerta. Casi no podía caminar. No había ascensor así que termine bajando las escaleras en una suerte de malabarismo circense. Ya la noche no me parecía tan divertida. Al llegar a la recepción no había nadie, la ausencia definitiva de seres me angustio más. En cualquier momento la moridera me daría aquí y sin nadie – allí quedaría - . Pase al escritorio de la recepción y busque un salvavidas…las páginas amarillas de Siena.

Emergenza – era una palabra clave…118

Busque un teléfono publico y gracias a todos los santos y los dioses romanos la burocracia italiana no me fallo.

- “Bouna notte” ( eran las tres la mañana) …Prego
- "Bouna notte (de buenas no tenían nada) – "Ho un'emergenza. Aiutilo prego. Ho un dolore grande in mío stomaco.”

En un italiano de emergencia, pueril pero efectivo, le transmití mi dolor con alguna dificultad. La palabra “stomaco” fue un lechazo, creo que la aprendí un día pidiéndome un plato de callos a la romano en Roma. El doctor, telefonista o personaje anónimo que me atendió con una paciencia propia de pueblos, me interrogo como si me doliera la oreja. Al final luego de diez minutos interminables se digno a anotar la dirección de la posada y con un “arrivato presto subito”, me prometió ayuda.

En ese momento bajo la bella durmiente. No estaba menos bella. La noche le daba esa sobriedad que solo consiguen las bellas mujeres a toda hora. Preocupada me ayudo a subir de nuevo a la habitación aunque lo era participe de tirarme en el piso a esperar el rescate. Cuando la medico llego me dio la feliz noticia: apendicitis no era, pero si una indigestión “gravísima”; saco una inyectadora (odio esos mecanismos nefastos de la medicina moderna, pero nunca estuve tan feliz de ver una como ese día) y procedió a darme algún medicamento que ni recuerdo el nombre.

En Siena amanecía. La noche me había dejado los siete pecados capitales como medallas de campañas que viví en menos de 24 horas.

Gula: la ingesta sibaritita se había convertido en una pesadilla babilónica.
Envidia: sobretodo a todos aquellos que dormían tranquilos en sus casas.
Soberbia y Pereza: esperar cinco horas para llamar a un bendito medico.
Vanidad: la vanidad de creerme libre de todo dolor, indestructible, inmortal frente a toda prueba.
Avaricia: las ganas de comer más, de abrazar la página de felicidad total (cuando en realidad solo la recibimos a gotas)
Lujuria: la bella durmiente seguía allí, cual ninfa del bosque, objeto de un mutuo deseo.

Y en Siena amaneció y con ella murieron los espacios nocturnos, llego la gravedad, se fue la levedad y permanecí todo el día en cama, esperando de nuevo los fantasmas de la noche.

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