viernes, 22 de agosto de 2008

Guadalajara Invisible


Un día en Ámsterdam entre a una discusión académica sobre la investigación de un colega mexicano y tuve un encuentro memorable con el pasado, y de paso reinicie una discusión privada (secreta – es decir, conmigo mismo, como algo que te da vueltas en la cabeza) sobre lo hibrido en la sociedad, es decir el pastiche entre lo moderno y lo tradicional, entre lo pagano y lo católico, entre la relación entre el tiempo y el espacio en nuestras culturas. La palabra cultura de hecho es un barril sin fondo, sobretodo cuando queremos analizar la cultura material.

Mi colega al comenzar su presentación identifico su objeto de estudio: el mercado popular de Guadalajara. Wow! que maravilla. Creo que de todos los mercados que he visitado en mi vida debe ser uno de los más grandes, bellos y sublimes mercados del mundo. Siempre pensé que era un templo de todo lo representa México y trate varias veces de escribir mis impresiones pero sin éxito definitivo. Tome unas notas ese día en la presentación de mi colega, pero me pareció tan aburrido su explicación, su categorización de las cosas, su pretexto de investigación, que abandone el proyecto hasta hace poco. La frase de Proust se aplica en este caso: "uno no se acuerda de los lugares, sino de las experiencias en esos lugares". Es decir, los lugares representan recuerdos de esos espacios. Divagaciones, quizás, pero con una carga emotiva y afectiva que “define” el lugar por lo que ocurrió allí.

El mercado en Guadalajara tiene tres pisos. Los tres pisos representan todas las etapas de la historia de México. Quisiera empezar por el tercero (no se porque - quiero salir rápido de lo moderno para entrar en lo tradicional seguramente) en donde televisores, lavadoras, reproductores y todo lo que significa “lo práctico” en la vida de los seres. El mercado es una metáfora de locales que presentan los últimos productos de moda y que por estar arriba (en precio y localización) son inalcanzables para la mayoría de la población, por lo menos para los jóvenes. La excepción es por supuesto el objeto más codiciado y económico del lugar- los CDs y DVDs piratas. Hay literalmente miles de películas y juegos- testimonios de una necesidad feroz de lo audiovisual. La imagen por encima de la lectura. La imagen como escape a la realidad social. La imagen como acompañante de la soledad. Son los "libros" modernos, los que educan al pueblo en sus modas y "nuevas costumbres", los que enseñan la desesperanza en las clases sociales, el progreso material, las nuevas formas de la sexualidad, el "american way of life" en pastillas, la incongruencia entre "lo que tengo" y lo que "no puedo comprar". Soñar cuesta apenas 15 pesos por película.

En el segundo piso están lo textil y el calzado. Representa una extraña combinación entre ropa moderna y tradicional, ropa que se usa para mostrar y para trabajar. En realidad no me interesa la ropa: Me interesa más las personas que suben a comprar. El 90 % son mujeres que van a satisfacer el sano juicio de la compra de ropa. Buscan la prenda atractiva, la que resuma su estado de animo, la que combine con X o Y, la que asuma su feminidad, la que haga de sus amantes/ maridos / novios/ olvidar por un momento lo cotidiano. Lo textil, como nos vestimos es nuestra tarjeta de presentación. En una ciudad tan conservadora como Guadalajara, la ropa indica condición social, preferencia sexual, modas y hábitos, pesadez y levedad ante los demás. ¿Los atuendos son clasistas o uniformadores? ¿Modifican la percepción del joven frente a los demás? ¿Determina el empleo de la gente en términos de cómo “debo ir” vestido y por ende como debo comportarme”?

La planta baja representa los tesoros mexicanos, el legado ala humanidad, es decir todo lo que se refiere a alimentos en las miles de variedades que se puede pensar sobre México. ¿Que puede significar una cultura que utiliza unos 85 tipos de chiles probados? Las decenas de especies, los colores de las frutas, la magnificencia de la comida servida en el mercado, la importancia de la presentación, hace pensar de una civilización que asumía (o asume) los placeres del paladar como importantes. Hay estudios que demuestran igualmente que el picante quita el hambre, es decir que las razones antropológicas son a veces de supervivencia. Pero la comida explica el trasfondo del mexicano. Mientras que los equipos electrónicos y la ropa son por lo general un acto de consumo individual, la comida es un acto colectivo, poderosamente familiar, núcleo de todo lo demás.

Como la mayoría de las culturas mediterráneas, el acto de comprar comida es un acto profundamente familiar. Hasta el hombre participa en buena medida. En el centro del rito esta la tortilla milenaria, pero alrededor están las carnes, las especies, los vegetales y los pescados y mariscos. El mercado representa la forma como se construye la dieta de la ciudad. El mercado es igualmente un sitio para comer: desayunar, almorzar, cenar. Los obreros desayunan tostadas de ceviche, almuerzan tacos al pastor y cenan chiles rellenos.

La modernidad se construye en estos tres pisos. Plantea la necesidad al ser mexicano a conocer su realidad pasada, presente y futura. Lo condiciona no solamente en sus patrones adquisitivos, sino en su manera de ver la realidad, de relacionarse con su contexto, de conocer y permear lo moderno con lo tradicional y fusionarlo. El mercado administra los gustos de lo popular.
GGM/2006

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